lunes, 12 de septiembre de 2011

Ingeniería genética, clonación y evolución humana

De todos es sabido el auge que ha tomado la ingeniería genética en las últimas décadas y su enorme potencial. Paralelamente, en los últimos años se han hecho grandes avances en la técnica de la clonación, hasta tal punto que algunos científicos afirman en la actualidad estar en condiciones de clonar seres humanos. ¿Qué ocurriría en el futuro si las técnicas de la ingeniería genética se combinaran con las de la clonación y se aplicaran al ser humano? Al paso que avanza la biología molecular, es muy probable que en un futuro no muy lejano esto sea posible. En este artículo, explico brevemente en que consisten estos procedimientos, cual es el estado actual de su desarrollo y que podría pasar si se aplicaran en el hombre del futuro. No entro en consideraciones morales, éticas, políticas ni religiosas sino que trato el tema desde un punto de vista estrictamente científico.



La ingeniería genética y sus aplicaciones
La ingeniería genética es una técnica que manipula los genes. Puede alterar o introducir genes en el genoma de un ser vivo que carece de ellos.
Las finalidades pueden ser diversas: en las plantas se intenta crear variedades mas resistentes al clima, plagas, con mayor poder nutritivo, de mayor tamaño, etc, en los animales se obtienen variedades ganaderas de mayor rendimiento, de más rápido crecimiento...; en la especie humana se intentan curar determinadas enfermedades genéticas; es la llamada terapia génica; también se obtienen sustancias útiles para el hombre producidas por bacterias que se utilizan como fábricas de producción, una vez introducidos en ellas determinados genes; así se han obtenido la insulina, la hormona de crecimiento, el interferón y el factor VIII de la coagulación sanguínea, algunos tipos de vacunas... también se pretende utilizar a los microorganismos modificados genéticamente para que degraden determinados contaminantes como metales y plásticos.
Todo comenzó cuando a principios de la década de los setenta del siglo XX, Paul Berg descubrió las enzimas de restricción. Actúan como auténticos bisturís genéticos que son capaces de cortar el ADN en puntos concretos y así separar los segmentos de ADN que interesan. De esta forma surgió la tecnología del ADN recombinante; se llama así al formado al intercalar un segmento de ADN extraño en un ADN receptor. En la actualidad se puede aislar un gen determinado mediante las enzimas de restricción, el ADN pasajero, y mediante un vector adecuado, introducirlo en bacterias. Estas al reproducirse, van aumentando el número de copias de ese gen. Este proceso de amplificación se denomina clonación del ADN. El vector puede ser un plásmido bacteriano o un virus.
Los plásmidos son pequeños ADN circulares de doble hélice que se encuentran en el citoplasma de una bacteria. Son como microcromosomas que se multiplican autonómicamente. Portan determinados genes y en ellos se pueden introducir genes pasajeros para que las bacterias los expresen. Además hay plásmidos que pueden introducir genes en células eucariotas
Los virus también se utilizan como vectores de genes. Hay virus que se insertan en el genoma tanto de bacterias como de células eucariotas (no bacterianas) y que por lo tanto pueden incluir en dicho genoma genes extraños si previamente se han insertado en el virus. En este aspecto son muy utilizados los retrovirus, virus de ARN que se retrotranscriben a ADN y se insertan con facilidad en el genoma de las células. En este caso se inserta en el virus como pasajero ARN mensajero (copia a ARN de un determinado gen).
Los organismos eucarióticos (no bacterianos) desarrollados a partir de una célula en la que se han introducido genes extraños se denominan organismos transgénicos. La introducción de genes en células eucariotas es más difícil que en bacterias. Se conocen técnicas alternativas como son la microinyección (introducción de ADN mediante una microaguja y un micromanipulador) y el uso de una pistola que dispara microbalas de metal recubiertas de ADN. En las plantas se suele utilizar como vector un plásmido de una bacteria parásita que provoca tumores.
La reprogenética
El 25 de julio de 1978 se practicó la primera fertilización in vitro en la especie humana con el nacimiento de Louise Brown. Un óvulo fue extraído del ovario de la madre y colocado en una pequeña cápsula de plástico; al mismo caldo de cultivo se le añadió esperma del padre; la cápsula fue colocada bajo el microscopio y se observó como tenía lugar la fertilización. Al óvulo fertilizado se le permitió dividirse tres veces y luego se colocó en el útero de la progenitora. Con este método (FIV), nació la reprogenética, ciencia que trata de buscar alternativas a la reproducción humana natural. En principio, el FIV trató de superar la esterilidad de los varones.
Actualmente se pueden congelar espermatozoides y óvulos, para posteriormente ser utilizados. En 1984 le logro congelar por primera vez un embrión y posteriormente utilizarlo para engendrar un nuevo ser. Desde entonces la crioconservación de embriones humanos se ha convertido en una práctica rutinaria en todas las clínicas de FIV competentes. Los óvulos y embriones congelados que se extraen de una mujer pueden implantarse en la misma mujer con posterioridad, suponiendo que esta haya perdido la funcionalidad de sus ovarios. También pueden transplantarse en otras mujeres que no son fértiles y no pueden producir óvulos propios. Otra aplicación es el diagnóstico genético: Se pueden extraer una o varias células embrionarias individuales y luego determinar si en ellas están o no presentes algunos genes específicos. Los embriones se congelan durante el análisis y luego si el diagnóstico es correcto, se descongelan y se implantan de nuevo en el útero de la mujer.

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